Muchos jóvenes en edad fértil prefieren hoy en día criar mascotas que tener hijos, volcar en los animalitos su necesidad intrínseca de cuidar de otros, de entregar sus caudales de ternura, de tiempo y dinero.
¿Qué ha pasado con nuestra especie?
Tanto en las Américas como en Europa y en Asia, el descenso vertiginoso e aparentemente imparable de las tasas de natalidad en los países más desarrollados plantea un grave problema económico, a causa del llamado «envejecimiento poblacional» o inversión de la pirámide demográfica, que pone en peligro la sustentabilidad de todo el sistema. Consiste en la reducción progresiva de la fuerza de trabajo, es decir, disminuye la cantidad de gente joven laboralmente activa, que paga impuestos y cotiza en la seguridad social, recursos con los que se alimenta su futura pensión, sus eventuales enfermedades, cesantía, beneficios sociales, etc.,
Pero no solo eso, sino que con dichos recursos se sustenta la cada vez más numerosa población de jubilados que ya no pueden generar su propio sustento, como también la de quienes están al cuidado de aquellos sin recibir remuneración alguna. Aún más, se pone en riesgo el mercado, cuyo delicado equilibrio depende del consumo de los laboralmente activos, con ingresos suficientes como para consumir los bienes de consumo -necesarios o superfluos, eso da igual- que ofrece el mercado. No es necesario ser economista para darse cuenta de las consecuencias que esto acarreará a mediano y largo plazo. ¿O tal vez estoy siendo optimista? Puesto que este fenómeno se ha venido acelerando en los últimos 25 años, es posible que estos plazos se vean también acortados. Se estima que la población mundial seguirá creciendo a un ritmo desacelerado hasta llegar a un punto de inflexión, a partir del cual comenzará a decrecer. Revisa las estadísticas oficiales para Chile en este enlace al INE https://www.ine.gob.cl/docs/default-source/nacimientos-matrimonios-y-defunciones/publicaciones-y-anuarios/s%C3%ADntesis-anuarios-de-estad%C3%ADsticas-vitales/anuario-de-estad%C3%ADsticas-vitales-2020-s%C3%ADntesis.pdf?sfvrsn=2b957156_4.
Según las NUnews «.La población mundial seguirá creciendo para alcanzar su cumbre a mediados de la década de 2080 y luego empezar a contraerse y cerrará el siglo con un 6% menos de lo que se preveía hace una década, -dice un nuevo informe de la ONU. El titular de la ONU reconoce avances en materia de los derechos reproductivos de la mujer, pero los considera desiguales e inestables.»
Desde esta perspectiva, vemos cómo se pervierte la supervivencia de nuestra especie debido al mantenimiento de un modelo de organización social montado sobre la base del crecimiento económico a ultranza, por encima de cualquier otra consideración, por encima del desarrollo humano y de la calidad de la vida de la mayoría, por encima del respeto a la naturaleza y a sus valiosos recursos, por encima del cuidado de la vida en cualquiera de sus formas. Tenemos un modelo de sociedad que está colapsando por varias grietas además de la económica, en el plano político, valórico y humano. Y la mayor parte de quienes toman las decisiones a niveles globales no parecen darse cuenta de ello, o tal vez son miopes o ciegos ante su propia destrucción, en su compulsión reiterativa del pasado. Algo así como «Si siempre se ha hecho así, debe ser que así debe seguir siendo…» Y así vamos con más de lo mismo: más tecnología (pero no para mejorar nuestra vida, sino para generar más ganancia), más consumo, más ciudades, más rápido, más confort, más posesiones…» Lo que fue un desarrollo deslumbrante a principios de la era industrial, que trajo consigo bienestar y progreso en la vida de muchos, no podido ha llegado a toda la raza humana, -no digamos ya a todos por igual, ¡qué ilusa!- es que no ha podido eliminar la miseria, el hambre, la falta de acceso a lo más elemental (agua, abrigo, comida) para millones de congéneres en el mundo. Parece de toda lógica que el modelo no nos ha llevado por donde prometía y que la ruta se debería enmendar.
Volviendo al tema materno, podría ser un cliché decir son las nuevas madres quienes llevan en su vientre el futuro del mundo, pero es una verdad que suscribo. Las mujeres jóvenes, que se han liberado de la constricción de los mandatos patriarcales o que luchan por sacudírselos de encima, que ya no se someten a éstos ni se niegan a la maternidad en rebelde y comprensible actitud, sino que la asumen desde una alta consciencia, son quienes crían y educan a las nuevas generaciones, llamando también en este camino a un compañero de vida. Sabemos que los varones criados en los valores patriarcales también suelen sentirse atrapados y se van liberando junto a sus mujeres gracias al amor por ellas y por sus hijos e hijas, encontrando que es mejor compartir que dominar, cuidar que poseer, conversar que mandar, proteger que prohibir. Pero son ellas quienes llevan esta bandera y lideran el camino que esta utopía señala.
Esto quiere decir que la sociedad debe generar nuevas personas que comprendan la vida de una manera más amorosa y solidaria, que vean como hermanos a todo otro ser humano y sean capaces de crear un nuevo modelo de sociedad. Muchos dirán que esto es una linda e ingenua utopía. Sin embargo, como dijo una vez Fernando Birri (frase atribuida a Eduardo Galeano) «La utopía está en el horizonte, nunca se puede alcanzar, pero sirve para caminar». Esto significa que la utopía, siendo un ideal inalcanzable, no es un destino, sino que es necesaria para iluminar el camino. A propósito, te recomiendo leer el poema de Galeano «Utopía» https://www.poeticous.com/eduardo-galeano/la-utopia?locale=es#google_vignette.
Si has leído hasta aquí, tal vez te preguntarás ¿Qué tiene que ver todo esto con las tasas de natalidad o con la salud mental perinatal? Pues tiene todo que ver, aunque no sea evidente a primera vista. Como digo y repito cada vez que puedo «Las madres pueden cambiar el mundo, pero no solas». La natalidad seguirá decreciendo mientras la sociedad siga sin comprender la importancia de cuidar y proteger la maternidad como su bien más preciado: una maternidad siempre debería ser voluntaria, consciente, acompañada, plena, segura y feliz, nunca impuesta como un castigo por vivir la propia sexualidad, una carga como la cruz de una supuesta «santidad» o un sacrificio de sí misma enaltecido por los demás. De lo contrario, seguirá siendo en gran medida un mandato que empobrece a la mujer, la discrimina, la somete o la anula como persona. Una condena envuelta como regalo en brillante papel de seda rosa y cintas doradas, uno que muchas mujeres se seguirán negando a asumir.